Principios éticos de un ingeniero consultor de estructuras

Jules - Pulp FictionEsta entrada es delicada, porque puede parecer que quiero dar lecciones de ética o puede que alguien interprete que me considero moralmente superior al resto de mortales. Nada de eso, soy una persona muy normal, seguramente con más defectos que virtudes, y estoy acosado por el pecado como cualquier otro hijo de vecino. Justamente por eso me esfuerzo en buscar el camino correcto, tal y como hace el genial Samuel L. Jackson en su papel de Jules en Pulp Fiction:

“The path of the righteous man is beset on all sides by the iniquities of the selfish and the tyranny of evil men. Blessed is he who in the name of charity and good will shepherds the weak through the valley of darkness, for he is truly his brother’s keeper and the finder of lost children. And I will strike down upon thee with great vengeance and furious anger those who attempt to poison and destroy my brothers. And you will know my name is the Lord when I lay my vengeance upon thee.” [Brett shrieks in horror as Jules and Vincent shoot him repeatedly]

Como os podéis imaginar, la diferencia es que yo no escondo la pipa bajo una americana barata ni me acompaña John Travolta en su papel de Vincent. Pero como él, tengo unos principios y trato de respetarlos lo máximo que puedo. Es triste sentir la necesidad de escribirlos y publicarlos, pero yo la he sentido. Aquí los tenéis:

1.- Asesoramiento técnico. Mi asesoramiento está basado siempre exclusivamente en motivaciones técnicas. A menudo, en mi tarea profesional (y en particular cuando se me pide asesoramiento sobre una determinada patología estructural), debo orientar las actuaciones en un sentido o en otro; algunas de estas actuaciones pueden resultar extraordinariamente onerosas para mi cliente y, por lo tanto, podrían reportarme unos generosos beneficios en forma de honorarios para proyectarlas y dirigirlas. Por ello considero necesario un sólido compromiso ético en este sentido. En este aspecto ayuda, y mucho, el hecho de no trabajar en colaboración con ninguna empresa constructora: la independencia profesional es un valor esencial en cualquier asesoramiento técnico.

2.- Comisiones de obras. Desgraciadamente, en el sector de la construcción suelen no ser infrecuentes las comisiones que determinados contratistas pagan a determinados técnicos a cambio de facilitar su contratación. El resultado final es que el cliente termina pagando no sólo la comisión, sino además el sobreprecio resultante de no haber elegido la mejor opción. Por otra parte, el técnico comisionista acaba dependiendo del contratista, de forma que no puede ejercer plenamente sus funciones de control y de honesta relación con la propiedad, lo que deriva a menudo en una falta de calidad y rigor en la obra.

3.- Comisiones entre profesionales. En otro sentido, existen las comisiones por «recomendar» a un determinado profesional: si yo te consigo un trabajo me pagas un porcentaje, y si tú me lo consigues a mí te lo pago yo. Estas comisiones a menudo se confunden con pagos lícitos por prestaciones de servicios, donde el servicio no es más que «hacer de comercial» y «conseguir clientes». Pero no nos engañemos: los comerciales son profesionales muy dignos que no ocultan de quienes cobran el sueldo, pero el resultado perverso del flujo de comisiones es que los unos recomiendan a los otros basándose en el interés propio en vez de en el interés del cliente, y los otros deben inflar los honorarios para pagar la comisión ocultando al cliente este coste .

Hay gente que cree que esto es «normal» y que lo hace todo el mundo. Es posible que en determinados ambientes sea habitual, no lo sé. Pero por suerte yo nunca he cobrado ni pagado una comisión y conozco a muchos técnicos que tampoco ni cobran ni pagan.

4.- Dinero negro. Desgraciadamente las transacciones con dinero negro están por todas partes, son un cáncer enquistado de muy difícil erradicación. Si yo te arreglo el lavabo tú te puedes ahorrar el IVA, yo me ahorro el IRPF y quién sabe, quizás no haga falta que me dé de alta e incluso pueda pedir una ayuda social. No es necesario decir que el sector de la construcción es ideal para que circule el dinero en B. Pero en una época de brutal crisis económica, con millones de personas abocadas a la pobreza y con riesgo de exclusión social, evitar pagar impuestos debería avergonzar y ser censurado por todos. Pero a menudo ocurre justo lo contrario: una cantidad ingente de gente cree firmemente que pagar impuestos es de tontos y no sólo no se esconden, ¡sino que lo proclaman a los cuatro vientos!

Consideraciones culturales e históricas aparte, han hecho mucho daño los escándalos de corrupción política de los últimos años, en especial el caso de la contabilidad en negro del PP, pero también muchos otros que afectan a la totalidad del espectro político. La ciudadanía ha podido constatar, sin que pueda haber ninguna duda razonable, que el gobierno de España (y de hecho también el de Cataluña) está formado por delincuentes que se dedican, simplemente, a robar a las familias para enriquecerse personalmente. Queda claro, pues, que el dinero de los impuestos se desvía en gran parte a fines que nada tienen que ver con el interés general, lo que da una perfecta justificación a los que hacen lo imposible por evadirlos. Realmente, desde su punto de vista y según sus razonamientos, se les deberá conceder una parte de razón .

Pero yo me niego a seguir este juego. Debemos perseguir y encarcelar a los ladrones, no convertirnos todos nosotros en delincuentes. Si seguimos el ejemplo de nuestros gobernantes y de nuestras élites no haremos más que generalizar la decadencia moral que está hundiendo al país y perderemos la posibilidad de exigir el cambio de la situación. Y no me extenderé más en estos razonamientos para no aburrir ni asustar a nadie 😉

En cuanto a mi posición, creo que ha quedado clara: no acepto pagos en negro. Y punto.

Debo haber visto Pulp Fiction por lo menos media docena de veces. En la formidable secuencia en que Jules y Vincent se cargan a Brett cometen un error: no comprueban que en el lavabo no haya nadie, y de él sale un chaval que les vacía el cargador de su pistola casi a bocajarro. Milagrosamente no acierta ni un solo disparo, y es imperturbablemente asesinado por la pareja de gangsters. Este milagro da lugar a que Jules tenga lo que define como «un momento de lucidez » y le lleva a replantearse su vida, dejando la delincuencia.

Mi momento de lucidez fue el estallido del caso Palau de la Música, que dejó a la burguesía catalana en general y a las élites políticas en particular con el culo al aire. Posteriores hechos, como el rescate bancario de ZP, el cambio constitucional del PPSOE y la trama Gürtel / Bárcenas han alterado profundamente la visión que tenía del funcionamiento de nuestra democracia. Quizá algún día os comente cuál es mi opinión al respecto. De momento, dejémoslo en la publicación de estos «principios éticos».