Los siete pecados capitales del perito judicial

«Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra» (San Juan, 8-7)

Empiezo así porque no quiero que penséis que me otorgo la autoridad moral para juzgar a nadie, ni siquiera para establecer qué está bien o mal. No, para eso se inventaron los dioses, y en su ausencia ya pontifican los obispos, los magistrados que procesan jueces estrella, los reyes borbónicos y sus yernos.

Creedme si os digo que yo soy el primer pecador, ya que (afortunadamente) Dios hizo que el ser humano fuera imperfecto (y bastante cabrón también). Pero sí creo imprescindible, como mínimo, caminar por la senda de los buenos hombres y tratar de acercarse al máximo al ideal de virtud.

Dicho esto paso a enumerar los que considero los siete pecados capitales del peritaje judicial. Si de esta manera consigo que reflexionemos juntos (y de paso evito que alguien tenga que pasarse la eternidad encadenado a las catacumbas del infierno) habré conseguido mi objetivo.

1 .- El corporativismo

Este es quizás el pecado más controvertido de todos. Alguna vez compañeros míos se me han quejado de la falta de corporativismo que existe entre los técnicos del mundo de la construcción, a diferencia del cerrado corporativismo que exhiben otras profesiones (como el cuerpo médico, por qué no decirlo). En mi opinión, esta actitud termina perjudicando a la larga la profesión y la aleja de la sociedad a la que debe servir. Es natural que el perito se ponga en la piel del técnico que proyectó o dirigió la obra y comprenda, mejor que nadie, los eventuales motivos que lo llevaron a cometer un error, una omisión o incluso un descalabro. Ahora bien, esta comprensión hacia el técnico no puede justificar, de ninguna manera, la manipulación de la realidad o la negación de los hechos objetivos. Afortunadamente el perito no debe juzgar a nadie, simplemente debe facilitar al juez los elementos necesarios para que se pueda formar un criterio objetivo sobre temas técnicos que desconoce.

2 .- El clientelismo

Es una realidad que los informes técnicos tienen una orientación u otra en función de quien los encargue, esto es así y de nada sirve pretender que hay una única forma objetiva de presentar la misma realidad. Idénticos hechos pueden ser expuestos de forma diferente, y por otra parte es bien natural querer contentar al cliente. Los abogados, por su parte, es lícito que den su opinión y sugieran modificar una determinada redacción si creen que perjudica a su cliente. Ahora bien, el perito no puede faltar nunca a la verdad, ni puede ocultar información relevante para esclarecer los hechos que está analizando. No somos abogados, tenemos la obligación legal, pero sobre todo la obligación ética, de decir la verdad, sin maquillarla ni distorsionarla. El perito debe ser objetivo, sea de parte o designado por el juzgado, y su dictamen constituye una de las pruebas en que se basará el juez para dictar sentencia, sentencia que a menudo dirime asuntos extraordinariamente importantes para las personas implicadas.

3 .- La ignorancia

Aunque me pese decirlo creo que éste es el pecado más frecuente de todos. A menudo se confunden las atribuciones legales que confiere un determinado título universitario con las capacidades, conocimientos y experiencia reales del técnico, y eso es un cáncer que desgraciadamente ensucia toda nuestra profesión. Pero en el caso de los peritajes judiciales este pecado es especialmente ominoso. Cuando se contrata un perito, o éste es designado por un juzgado, se espera de él que tenga un conocimiento profundo y real del caso a estudiar, a nivel equivalente o superior al de la media de técnicos especializados en el tema en concreto. No vale estudiarse bien un tema sobre el que no se tiene experiencia o pedir el consejo de un especialista sobre aquello que se ignora. El perito debe tener una vasta experiencia profesional sobre lo que perita. En las listas de peritos (como mínimo en las de los Ingenieros Industriales, que son las que conozco) hay gente que está apuntada a la vez en especialidades tan variadas y diferentes que resulta imposible, para una persona humana, dominarlas todas con el nivel suficiente. Debemos admitir que el sector de la construcción es tan amplio y tiene tantas especialidades que es imposible para cualquier técnico (arquitecto, aparejador o ingeniero) dictaminar a nivel de especialista sobre «cualquier» tema, por más atribuciones legales que tenga. El perito que no se restringe a su área de conocimiento «real», digámoslo claro, comete poco menos que un fraude. Y no nos engañemos, la falta de experiencia y conocimiento se nota: los jueces y los clientes pueden no ser especialistas en temas de construcción, pero no son tontos.

4 .- La desidia

Este pecado, el más imperdonable de todos, Dios repartió a partes iguales entre peritos, abogados y jueces. He visto fracasar estrepitosamente juicios perfectamente argumentados desde un punto de vista técnico porque el abogado había conocido el perito el mismo día de la vista y el juez se había dedicado a mirar las musarañas. A menudo se justifica este pecado con el concepto de no-he-tenido-tiempo-por-el-exceso-de-trabajo-y-el-plazo-de-entrega. Quizá sí que entonces la percepción del pecado es menos ominosa. Pero el resultado es el mismo.

5 .- La soberbia

Comete pecado de soberbia el que, en divina posesión de la suprema verdad, no se equivoca nunca. O lo que es lo mismo, ni reconoce ni enmienda sus errores. Afortunadamente este pecado es el que más rápidamente es castigado por los dioses, ya que negar un error y no reconocerlo de forma rápida y sin tapujos deja al perito bien desnudito de autoridad, credibilidad y futuros clientes.

6 .- El aislamiento

El pecado de autismo (y perdonen los afectados de esta terrible dolencia, pero es que no he encontrado una palabra más adecuada) consiste en emitir un dictamen sin consultar, «siempre que sea posible», a los agentes que intervinieron en la construcción. Son estos agentes (proyectistas, directores de obra, constructores, etc.) los que pueden suministrar una valiosísima información al perito sobre qué análisis, procedimientos y sistemas de construcción se llevaron a cabo. Y creedme, a menudo surgen a la luz formas de encarar el problema, perfectamente válidas, que ni al perito más experimentado se le podían pasar por la cabeza.

7 .- La ininteligibilidad

Es quizás el menos grave de los pecados, pero oye macho: ¡cómo mejorarían ciertos dictámenes si la peña se volviera a leer lo que ha escrito, aunque fuera una sola vez!